


La decisión sobre Zuckerberg será fundamental para el equilibrio de poderes en Silicon Valley.

Carlos del Castillo
El veredicto que puede romper el imperio digital de Mark Zuckerberg está cerca. Tras seis semanas de testimonios en un Tribunal de Washington, entre ellos el propio Zuckerberg, la pregunta a resolver está clara: ¿compró Facebook startups como WhatsApp e Instagram pagando por encima del precio de mercado para no competir con ellas? Si el juez entiende que así fue, la compañía hoy conocida como Meta será condenada por monopolio en el sector de las redes sociales y podría ser obligada a vender Instagram, WhatsApp o ambas.
La decisión será fundamental para el equilibrio de poderes en Silicon Valley. Meta es la sexta empresa con mayor capitalización bursátil del mundo y Facebook, la quinta más valiosa, según Forbes. Pero también para el futuro de un sector digital que se encuentra en los albores de la era de la inteligencia artificial: si la justicia decide que la concentración de plataformas en manos de Zuckerberg no era ilegal, entonces los gigantes tecnológicos se sentirán respaldados para intentar hacer lo mismo con las herramientas troncales para esta tecnología.
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La demanda fue presentada por el Gobierno de Donald Trump en la recta final de su primera legislatura. Fue también el republicano el que inició el caso antimonopolio contra Google que ha acabado con la condena del buscador y que podría acabar con la venta de su navegador Chrome para evitar sus prácticas anticompetitivas en la publicidad online. Durante su primer mandato y salvo contadas excepciones como Peter Thiel o Larry Ellison, Trump y Silicon Valley fueron fervientes enemigos.
El acercamiento que Zuckerberg ha intentado con Trump desde el verano de 2024 no le ha servido para que el Gobierno relaje sus pretensiones. Los fiscales piden al juez que obligue a Meta a vender WhatsApp e Instagram. Acusan a la empresa de aplicar una estrategia de “comprar o aplastar”: intentar adquirir a sus competidores antes de que crecieran demasiado, como hizo con las dos plataformas citadas. La parte de “aplastar” llega cuando no lo consigue y consiste en usar su poder para perjudicarlos o sacarlos del mercado, por ejemplo, copiando sus funciones, como ha hecho con TikTok o Snapchat.
La defensa de Meta se ha basado en el argumento de que la adquisición de WhatsApp e Instagram no tuvo como objetivo cercenar su crecimiento. Al contrario: las dotó de todos los recursos necesarios para que crecieran de una manera que habría sido imposible de manera independiente, han alegado sus abogados. Algo que no suele ocurrir en las adquisiciones de los gigantes tecnológicos, como ha quedado patente recientemente en el caso de Microsoft y Skype. Esta desembolsó 8.500 millones de dólares en 2011 por la startup europea para terminar orillándola, priorizando sus propios servicios. Skype ha terminado cerrando este 2025.
Para demostrar su tesis, Meta llamó como testigos a Brian Acton, fundador de WhatsApp, y varios ingenieros clave en los primeros pasos de Instagram. Acton lo corroboró, pero Meta se encontró con un bache en el camino con Kevin Systrom, cofundador de Instagram, quien afirmó que su red social podría haber tenido éxito por si sola. Sí reconoció que los de Zuckerberg la ayudaron a ser más segura, pese a que Instagram está en el centro de otra demanda nacional del Gobierno de EEUU contra Meta por desproteger a los menores en la plataforma.
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Demasiado caras
Facebook pagó 1.000 millones de dólares por Instagram en 2012 y 19.000 por WhatsApp en 2014. Para el Gobierno de EEUU, en ambos casos pagó de más. Y si Zuckerberg dio su visto bueno para ello fue porque siempre es más sencillo ejecutar la primera parte de la estrategia “comprar o aplastar” que la segunda. “La legislación antimonopolio exige una competencia basada en los méritos, incluso en los mercados digitales, y es precisamente esta competencia la que impulsa la innovación y, en última instancia, beneficia a los consumidores”, ha afirmado un portavoz de la Comisión Federal de Comercio, (FTC, por sus siglas en inglés), que lidera la demanda.
“Este caso presenta un principio jurídico muy importante: una empresa monopolista no puede adquirir a sus competidores más amenazantes”, explicó. Una de las pruebas más importantes de la acusación es un dosier de 400 documentos internos en los que Zuckerberg y otros ejecutivos de la corporación expresan su preocupación por el crecimiento de WhatsApp e Instagram.
En este sentido, Meta asegura que la competencia existe y es muy dura en el sector en el que opera. Afirma que no se deben contar solo las redes sociales propiamente dichas, sino plataformas de vídeo como YouTube o Netflix, puesto que todas compiten por la atención del usuario aunque sus funcionalidades no sean las mismas. “Las pruebas en el juicio mostrarán lo que todo joven de 17 años del mundo sabe: Instagram compite con TikTok (y YouTube y X y muchas otras aplicaciones)”, adelantaba Jennifer Newstead, jefa del departamento jurídico de Meta, antes del comienzo de los testimonios.
“La evidencia de una competencia feroz y creciente en el mercado no ha hecho más que aumentar en los cuatro años transcurridos desde la presentación de la demanda de la FTC”, continuaba: “A principios de este año, cuando TikTok se cayó en EEUU, el uso de Instagram se disparó, ya que, al no poder usar TikTok, recurrían a Instagram para hacer lo mismo, lo que demuestra la falacia del argumento de la FTC”. La consideración de contra quién compiten las redes de Meta en realidad será uno de los puntos clave en la decisión del juez, como este mismo ha reconocido.
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La cuestión china
Por último, y aunque no es estrictamente un aspecto que el tribunal deba considerar, la multinacional ha aludido a la cuestión geoestratégica. Si Meta es desmembrada, cabe la posibilidad de que quien ocupe su lugar en el Olimpo tecnológico no sea una compañía estadounidense. Es un argumento que Zuckerberg ha blandido en todas las grandes crisis políticas de su empresa y en esta ocasión no ha sido diferente.
“Es absurdo que la FTC intente desmantelar una gran empresa estadounidense al mismo tiempo que la Administración intenta salvar a TikTok, de propiedad china”, protesta Newstead: “Y no tiene sentido que los reguladores intenten debilitar a las empresas estadounidenses justo cuando más las necesitamos para que inviertan en ganar la competencia con China por el liderazgo en IA”.
Pese a sentarles en la primera fila de su toma de posesión, Trump no ha aflojado el lazo que lanzó sobre las grandes tecnológicas en su primer mandato. Procesos que siguieron avanzando durante la legislatura de Joe Biden y que ahora, cinco años después de arrancar, vuelven a estar bajo los designios del republicano. Google ya ha sido condenada, el juicio contra Meta está visto para sentencia y la FTC ha presentado sendas demandas por monopolio contra Apple y Amazon. Se trata del mayor esfuerzo judicial contra las tecnológicas desde los años 90, cuando Microsoft fue condenada por monopolio, pero finalmente se salvó de tener que vender Windows.
La sentencia sobre Meta, que aún tardará meses, no solo decidirá el futuro de dos de las aplicaciones más utilizadas del mundo (más de 2.000 millones de usuarios cada una), sino que marcará el precedente sobre hasta dónde pueden llegar los gigantes tecnológicos en su carrera por dominar la próxima revolución digital. Silicon Valley espera ahora, más que nunca, con su mirada puesta en Washington.