0 3 min 2 yrs

Investigación: Dra. en Historia Laura Castro-Golarte

Durante mucho tiempo se creyó que fray Antonio Alcalde, vigésimo segundo obispo de Guadalajara, había entrado a la ciudad el 12 de Diciembre de 1771. Alguien, algún historiador o cronista del siglo XIX lo escribió y se ha repetido y repetido, sin embargo, en el proceso de investigación del libro “Noticias del fraile de la calavera, Antonio Alcalde y Barriga en Guadalajara”, para la segunda edición actualizada, patrocinada por la Cámara de Comercio, encontré un documento muy interesante en el archivo que tuvo a bien facilitarme el padre Tomás De Híjar Ornelas: una carta escrita y firmada por fray Antonio Alcalde, donde planteaba al secretario de Indias, Julián de Arriaga, la necesidad de nombrar al deán de la catedral, puesto vacante desde el fallecimiento del anterior, Ginés Gómez de Parada; y, además, que por su conducto notificara al rey que ya estaba en la capital de la Nueva Galicia, ciudad a la que había entrado el 14 de diciembre. La misiva dirigida al secretario de Indias tiene fecha de 16 de diciembre de 1771. Alcalde llegó desde antes del 12 y se instaló en Tlaquepaque, pero no entró a Guadalajara por los “sucesivos temblores” que asolaban la ciudad, según encontré en otro documento que resguarda el archivo del Sagrario Metropolitano.¿A qué voy con todo esto? Que justo el día de hoy se cumplen 250 años de la llegada de fray Antonio Alcalde y Barriga a Guadalajara. A partir de ese momento y durante los siguientes 20 años, el fraile de la calavera emprendería tantas y tan buenas obras que un siglo después se ganó el título de “genio de la caridad” y hoy goza de un mayor y mejor reconocimiento. Guadalupano era, de eso no cabe la menor duda, el Santuario de Guadalupe es obra suya más allá de simplemente poner el dinero: se lanzó a la gestión de la obra sin permiso del rey pero se aseguró de justificarla de tal manera que no hubiese sanciones ni reclamos: no sólo compró los materiales por adelantado con lo que reactivó el comercio; empleó a artesanos y albañiles para la construcción en tiempos en los que el trabajo era escaso y se ocupó de garantizar la manutención de la obra, sino que recabó testimonios de varias personas para demostrar la conveniencia de construir una iglesia que estuviera más cerca de los habitantes de Villa de Cincuenta hacia el viento norte de la ciudad, que vivían lejos de la catedral y necesitaban un espacio para el alimento espiritual.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *