0 4 min 5 hrs
El operativo. Foto: Ríodoce.

Por Cuauhtémoc Villegas Durán | Data2 | 5 de noviembre de 2025

Antier, en la sindicatura de La Brecha, municipio de Guasave, Sinaloa, un enfrentamiento entre fuerzas federales y un grupo armado dejó trece personas muertas. Los medios locales, nacionales e internacionales reportaron el hecho: trece presuntos agresores abatidos tras una emboscada. Sin embargo, cuando llegaron los datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) correspondientes a ese día, no apareció ni una sola víctima.

No es un error aislado. Es un patrón.

En México, la muerte no siempre cuenta como homicidio. Si ocurre en un “enfrentamiento”, si las víctimas son etiquetadas como “agresores”, o si mueren a manos del Ejército o la Guardia Nacional, su destino estadístico suele ser incierto. Algunas quedan fuera del registro inmediato; otras jamás ingresan como homicidios dolosos. De un plumazo, trece vidas —trece muertes— pueden desaparecer del conteo nacional.

El limbo estadístico de la violencia

De acuerdo con la metodología del SESNSP, los homicidios se contabilizan únicamente cuando se inicia una carpeta de investigación formal bajo la categoría de “homicidio doloso”. Eso depende de las fiscalías estatales, que a su vez deciden cómo clasificar cada muerte.
Si los cuerpos pertenecen a presuntos criminales abatidos en combate, o si la versión oficial establece que “fueron los agresores quienes iniciaron el ataque”, es posible que no se abra una carpeta de homicidio, sino un expediente de “agresión a la autoridad” o “uso legítimo de la fuerza”.

El resultado: el Estado mata, pero no cuenta.

Y así, mientras las cifras oficiales muestran una aparente disminución de los homicidios dolosos —un “éxito estadístico”—, los hechos sobre el terreno revelan una realidad mucho más compleja y sangrienta. No son menos muertos: son menos reconocidos.

La manipulación invisible

Este tipo de omisiones es una forma sutil de control político de la información.
No se necesita mentir abiertamente: basta con no clasificar, no registrar o dilatar el dato. El subregistro no ocurre en las conferencias de prensa, sino en los despachos donde se llenan los formularios judiciales.
De esa manera, los números bajan, las gráficas se suavizan, y las autoridades pueden afirmar que “la violencia está disminuyendo”.

Pero en Sinaloa, los trece cuerpos permanecen. Trece historias que no serán parte del informe diario, ni del balance mensual, ni del discurso presidencial.
Treces muertos sin estadística, sin categoría, sin país.

El doble conteo de la verdad

La verdad en México se cuenta dos veces: la oficial y la real.
La primera nace en los despachos; la segunda, en los caminos de tierra donde quedan los cuerpos.
En Data2, seguiremos registrando ambas, porque sólo al reconocer todas las muertes —las que cuentan y las que el Estado borra— se puede entender la dimensión completa de la violencia mexicana.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *