


Ajo Blanco/Cuauhtémoc Villegas Durán/Data2/Objetivo7
La madrugada de los números suele ser el momento preferido del poder: ahí, entre tablas y promedios, se dibujan las formas de la victoria y se esconden las grietas. En los últimos meses el discurso oficial ha celebrado con cautela pero con orgullo una caída sostenida —según los cortes del Ejecutivo— en el número de víctimas por homicidio doloso. “Bajaron los homicidios”, se escucha en la mañanera; “es el nivel más bajo desde 2016”, dicen los comunicados. ¿Significa eso que la violencia dejó de ser el gran drama nacional o, como periodista que ha recorrido estas muertes desde las calles, debo leer esos mismos números con la crudeza con la que se lee un parte de guerra?
Los hechos numéricos, por lo pronto, dicen dos cosas que conviene separar: a) en los reportes preliminares del Gobierno federal y en los informes diarios del gabinete se registra, efectivamente, una reducción en el promedio diario de víctimas durante el periodo que va de septiembre de 2024 a buena parte de 2025; el portal oficial lo muestra y publica los cortes diarios¹. b) Las cifras definitivas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para 2024 y sus análisis recientes siguen señalando una magnitud enorme de defunciones por homicidio y colocan la violencia en cifras muy altas cuando se procesan los certificados de defunción y se reconcilia la información².
Esa doble lectura obliga a preguntar: ¿la baja es real, o es una cuestión de metodologías, clasificación o tiempo? Aquí van mis observaciones, mezcladas con datos, memoria periodística y sospecha legítima.
1) Una caída nacional no significa que el país sea más seguro.
La geografía de la violencia en México es extremadamente desigual: unos pocos estados y municipios concentran la mayor parte de las muertes. Organismos especializados han insistido en ello: la violencia no baja en todos lados con la misma intensidad³. Una cifra nacional puede ocultar el drama local.
2) El “recuento” oficial es preliminar y sujeto a revisiones jurídicas y administrativas.
Los reportes diarios que hoy celebran el descenso son, por naturaleza, preliminares: dependen de carpetas abiertas, clasificaciones (homicidio doloso vs. culposo u otros delitos contra la vida) y, en muchos casos, de la voluntad o capacidad de las fiscalías estatales. El propio sistema de reporte lo advierte⁴.
3) INEGI y defunciones por homicidio ofrecen una segunda foto —a veces distinta— que tarda más en llegar.
Las cifras definitivas por defunción (registro civil/INEGI) han mostrado que, incluso cuando los reportes institucionales preliminares bajan, el total anual puede quedar en cifras muy altas una vez que se procesan certificados y se concilian datos. En 2024, por ejemplo, INEGI documentó decenas de miles de defunciones por homicidio.⁵ Eso habla de una violencia que no se apaga de la noche a la mañana.
4) ¿Hay manipulación o reasignación de rubros? Hay indicios y advertencias.
Organizaciones civiles y académicos han señalado que cambios en la tipificación (qué se considera feminicidio, qué se clasifica como “otros delitos contra la vida”, cómo tipifican enfrentamientos) pueden modificar el conteo sin que necesariamente cambie la violencia real.➜⁶
5) La política también pesa: un “triunfo” fácil sirve a la narrativa de gobierno.
Cuando un gobierno nuevo —y más aún si es del mismo proyecto político que su antecesor— necesita legitimar su gestión, los descensos oficiales se convierten en bandera. El Ejecutivo ha difundido porcentajes y comparativos que muestran retrocesos importantes en el promedio diario; esos datos existen y son loable reconocidos, pero deben verse junto a la metodología y a la geografía selectiva de la violencia⁷.
6) La impunidad y las fallas en investigación siguen siendo una deuda que relativiza cualquier “victoria”.
Mientras nueve de cada diez homicidios queden sin castigo —una advertencia repetida de ONGs y organismos internacionales—, cualquier descenso numérico debe leerse con la pregunta: ¿mejora esto la seguridad ciudadana, la justicia y la reparación a las víctimas? Organizaciones señalan que hay menos resoluciones y más casos sin esclarecer, lo que convierte la baja estadística en una cifra fría si no va acompañada de investigaciones eficaces y judicialización⁸.
7) Mi propia experiencia periodística y el viejo recuento de Data2.
Hace años, cuando redacté y compilé conteos que buscaban arrojar luz sobre la magnitud real de la violencia —como el que publicamos en Data2 hace tres o cuatro años— aprendí a desconfiar de las sumas oficiales hasta no comparar varias fuentes: Presidencia, Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), INEGI y conteos independientes casi nunca coinciden plenamente. El reportaje que realicé lo dice con crudeza: los números oficiales han variado tanto que la memoria estadística se vuelve frágil y la política numérica vive.⁹
8) El caso concreto de octubre 2025: una señal, no una consagración.
El corte preliminar del 30 de octubre de 2025 registra 49 víctimas ese día —según el reporte que hemos analizado—. Es una cifra menor al promedio diario de meses previos, pero es exactamente eso: un corte diario. Para confirmar una tendencia estructural hay que esperar a series mensuales consolidadas, reconciliaciones con defunciones registradas por INEGI y, sobre todo, ver la distribución territorial.¹⁰
Conclusión
Sí, hay motivos para decir que los homicidios reportados oficialmente han bajado en el último año en ciertos cortes; esos datos merecen ser reconocidos. Pero hablar de “gran triunfo” sería precipitado y —peor— injusto con las víctimas si no se acompaña de verificación rigurosa: conciliación con datos de defunciones, transparencia plena de metodologías estatales, avance en la investigación de crímenes y reducción real de la impunidad. Las cifras, por sí solas, no son un triunfo moral; pueden ser el preludio de un éxito real —si van acompañadas de justicia y soluciones locales— o el barniz de una estrategia comunicacional.
La violencia no se decreta con estadísticas; se combate, se explica, se previene y se cura. La gran pregunta para el país no es si los homicidios bajan —esa ya la están respondiendo— sino si con esa baja alguien se siente más seguro, con justicia, con tránsito libre de miedo y con esperanza reconstruida. Ese es el verdadero triunfo que nadie puede declarar hasta verlo cumplido en cada una de las calles.
Pie de página – fuentes claves
- Portal oficial del Gabinete de Seguridad: “Homicidios dolosos diarios”. gabinetedeseguridad.gob.mx
- INEGI, Boletín de defunciones por homicidio 2024. inegi.org.mx
- Human Rights Watch, “Double Injustice: How Mexico’s criminal justice system fails victims and accused”. hrw.org
- Avisos metodológicos del SESNSP y del Gabinete de Seguridad sobre carácter preliminar de los datos. gabinetedeseguridad.gob.mx
- INEGI, serie histórica de defunciones por homicidio (INEGI). inegi.org.mx
- Análisis académico sobre reclasificación de delitos contra la vida en México. ibero.mx
- Reportaje internacional sobre descenso de homicidios y escepticismo de expertos. france24.com
- HRW u ONGs mexicanas sobre impunidad y homicidios sin solución. hrw.org
- 545 mil asesinatos en los últimos tres sexenios según López Obrador y Peña Neto. 31 octubre 2021. data2.com.mx
- Reporte preliminar diario 30 octubre 2025 — 49 homicidios. (Documento interno consultado; será pública una vez que SESNSP lo consolide).


