


Por Cuauhtémoc Villegas / Data2
México cerró octubre con 1,553 víctimas de homicidio doloso, el registro mensual más bajo desde que el conteo inició en diciembre de 2018. Un promedio de 50 asesinatos por día, según las cifras de las fiscalías estatales y dependencias federales. A simple vista, podría parecer el gran triunfo de Claudia Sheinbaum: el mes con menos homicidios en siete años. Pero, ¿realmente estamos ante un país más pacífico o frente a una estadística cuidadosamente maquillada?
La curva descendente comenzó en junio: 1,818 homicidios; julio: 1,754; agosto: 1,634; septiembre: 1,587; octubre: 1,553. Es una caída sostenida de casi 300 asesinatos mensuales en cuatro meses. El gobierno lo celebra como un logro de su nueva estrategia nacional de seguridad, centrada en la coordinación territorial y el “combate a la impunidad local”. Sin embargo, detrás del aplauso oficial hay silencios: estados con reportes atrasados, carpetas reclasificadas y una violencia que muta sin desaparecer.
La tendencia no es uniforme. El 31 de octubre, día del último registro, hubo 43 asesinatos. Sinaloa, Veracruz y Baja California encabezaron la lista con cinco víctimas cada uno; Colima y el Estado de México, con tres. En amplias zonas del país la violencia se mantiene viva aunque ya no ocupe la primera plana. En Michoacán, Zacatecas y Guerrero, las ejecuciones se reportan menos, pero la gente sigue enterrando a sus muertos.
La reducción también podría tener una explicación técnica: en varios estados se ha ralentizado la integración de carpetas de investigación o se ha “reclasificado” el delito, de homicidio doloso a culposo o “muerte por causas no determinadas”. El SESNSP lo reconoce: las fiscalías locales envían sus actualizaciones con rezago y no todas las víctimas se contabilizan en tiempo real.
Aun así, la administración Sheinbaum necesita mostrar resultados, y el descenso de los homicidios —al menos en las gráficas— se ha convertido en su carta más visible. La narrativa de la “pacificación” se sostiene en un país donde la violencia no se detiene, sólo cambia de forma. Los muertos ya no siempre caen a balazos: desaparecen, se ocultan en cifras o se diluyen en el mar de la burocracia judicial.
Desde 2018, México acumula más de 180 mil víctimas de homicidio doloso, el saldo más alto en la historia moderna del país. Ninguna administración, ni la de López Obrador ni la actual, ha logrado revertir del todo la herencia del narcoestado. Lo que hoy se celebra como una baja en la violencia puede ser, en realidad, una pausa estadística antes del siguiente repunte.
Octubre terminó con menos sangre en los números, pero la sangre real sigue corriendo fuera de los reportes. La paz, si ha llegado, aún no se escucha en las calles.


