



El Estado como sepulturero)
Cuauhtémoc Villegas/Objetivo7/Data2
“No basta con sobrevivir al mercado. Hay que sobrevivir al Estado que te quiere muerto, negado o en silencio.”
Primero fue el algoritmo. Luego el mercado. Ahora, el periodista también debe enfrentar al Estado depredador, esa maquinaria de poder que no solo censura con leyes o controla medios con publicidad oficial, sino que va más allá: te destruye como persona, te niega como profesional, te borra de la vida civil.
No es paranoia. Es México. Es Latinoamérica. Es el mundo que no quiere que lo veas.
Porque el periodista incómodo no solo es ignorado. Es criminalizado.
- Lo acusan de narco, de loco, de extorsionador, de “resentido”.
- Le siembran delitos.
- Le fabrican carpetas.
- Le niegan acceso a estudios, a diplomas, a certificaciones.
- Le bloquean todo canal para legitimarse ante la sociedad.
No basta con que publiques una nota verificada y documentada: si tocas intereses reales, el Estado te baja del mapa, no por medio del debate, sino del sabotaje institucional. Te quitan la cédula. Te cancelan el título. Dicen que no estudiaste. Te borran del padrón de profesionistas. Y cuando ya no pueden negarte, te encierran o te matan.
Porque el periodismo de verdad no muere por falta de likes. Muere por exceso de verdad.
Y eso, el poder no lo tolera.
El periodista no es víctima: es objetivo militar
El periodista no solo estorba. Amenaza el relato oficial.
- Descubre casas aseguradas con droga en propiedades de políticos.
- Fotografías que comprometen a un gobernador en un hangar.
- Testimonios silenciados, datos ocultos, cifras que no cuadran.
¿Qué hace el Estado? Niega. Persigue. Borra.
Y si el periodista resiste… entonces lo despojan de su identidad civil. Lo dejan como un paria. Sin diploma, sin escuela, sin derecho a existir como sujeto válido. Lo expulsan del relato.
La censura de hoy no usa tijeras. Usa burocracia, carpetas, desprestigio, difamación, silencio.
Y mientras tanto, la ciudadanía duerme. O peor: aplaude.