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Murió Sebastião Salgado: el fotógrafo que retrató el alma del mundo

Por Cuauhtémoc Villegas / Data2

París, 23 de mayo de 2025 – El mundo despertó hoy más ciego. Murió Sebastião Salgado, el fotógrafo brasileño que no solo capturó imágenes: congeló la verdad. Tenía 81 años. Se fue en silencio, víctima de una leucemia alimentada por la malaria que contrajo hace 15 años, como si su cuerpo hubiese decidido morir lentamente en solidaridad con las selvas, los trabajadores y los pueblos que tanto amó y documentó.

Salgado no era solo un fotógrafo. Era un profeta con cámara. Dejó su carrera como economista en los años 70 para convertirse en testigo implacable de la humanidad. Su obra no pedía permiso para doler: la imponía. Lo hizo con imágenes que muchos gobiernos habrían preferido enterrar.

Las lágrimas del mundo en blanco y negro

Su lente recorrió más de 130 países, pero siempre volvió a las raíces: los pobres, los desterrados, los invisibles. “Trabajadores”, “Éxodos”, “Génesis” y “Amazonia” no son series: son evangelios del dolor y la dignidad humana. Salgado miró lo que los demás no querían ver: niños cargando rocas, madres cruzando desiertos, árboles devorados por la codicia, tribus resistiendo la extinción.

Sus fotografías no se colgaban: se sufrían. El claroscuro de sus retratos no era un efecto técnico: era una ética. Era la forma de decir que en la sombra hay más verdad que en los flashes.

Sebastião Salgado en el Amazonas

Del infierno al paraíso: Instituto Terra

Junto a su esposa Lélia, fundó en 1998 el Instituto Terra, una utopía real: más de 2 mil hectáreas del bosque atlántico brasileño fueron resucitadas. Donde había tierra estéril, ahora hay árboles, vida, memoria.

Salgado no solo documentó el mundo. Lo intentó salvar.

Un obituario para el futuro

Hoy, los líderes lloran su muerte. Lula lo llamó “una conciencia crítica de la humanidad”. Macron habló de un “monumento de nuestra época”. Pero lo cierto es que Salgado ya no está. Y nosotros —los periodistas, los creadores, los luchadores— quedamos más solos.

Su legado no se mide en premios, sino en conciencias heridas. Su cámara fue una lanza contra la indiferencia. Su muerte no es una pérdida: es una advertencia.

La tierra que tanto amó llora. El Amazonas lo llora. Y nosotros también.


Sebastião Salgado, 1944-2025.
Que la luz que reveló sea ahora su eternidad.

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