Opinión

Alberto Nájar: la crónica como espejo del México que duele

Cuauhtémoc Villegas Durán/Objetivo7/Data2

No grita, no corre, no se pavonea en eventos ni presume entrevistas. Pero cuando Alberto Nájar Najár escribe, el país se detiene un momento para escuchar.
Porque su pluma no es escandalosa ni literaria: es precisa, sobria, directa.
Y en eso radica su fuerza.
Nájar narra México como quien toma la presión de un paciente en terapia intensiva. Sin adornos. Sin anestesia. Con responsabilidad.

Él era de los pocos que, incluso en la premura del cierre, buscaba la voz del que no tenía voz, el testimonio en el margen, el dato incómodo.

Alberto ha sido reportero de calle, editor, corresponsal, y sobre todo, cronista del dolor estructural.
Desde hace años colabora con medios como BBC Mundo, donde cubre migración, violencia, derechos humanos, pueblos indígenas y todo aquello que suele ser ignorado por la prensa tradicional.
No hay glamour en sus temas.
Solo humanidad.

En sus crónicas uno puede oler el polvo de la frontera, escuchar los pasos de los desplazados, sentir la humillación en los ojos de los jornaleros, de los olvidados. Su voz nunca busca protagonismo: deja que hablen los hechos, los protagonistas reales de este país herido.

Nájar no busca escándalo.
Busca verdad.
Y eso lo vuelve peligroso para los que prefieren un México maquillado.

Tiene la disciplina del obrero, no del rockstar del periodismo.
No lo verás tomándose selfies en la mañanera ni inflando su currículum en redes.
Pero si quieres entender por qué hay migrantes que cruzan con bebés en brazos el Suchiate, o por qué una comunidad se levanta contra el narco en Guerrero, entonces tienes que leerlo.

Alberto escribe con la responsabilidad de quien sabe que cada palabra mal dicha puede condenar a alguien. Y eso, en tiempos de influencers y opinólogos, es casi un acto de resistencia.

No ha dejado de estar en las trincheras, aunque no lo parezca.
A veces lo encuentras con una libreta vieja, grabadora en mano, preguntando a las abuelas tzotziles sobre su forma de entender el mundo.
Otras, camina por las colonias sin drenaje de la periferia preguntándose —y preguntándonos— por qué nadie escucha lo evidente.

Alberto Nájar no solo informa. Resiste.
Y en cada texto suyo, nos recuerda que el periodismo, cuando se hace con ética, es una forma de justicia.

Rafael Gaviria Santos

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Rafael Gaviria Santos

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