


Con motivo del décimo aniversario de la muerte de Eduardo Galeano, se publica por primera vez una carta que Galeano escribió para su amigo escuinapense, Dámaso Murúa.
En tres ocasiones Eduardo Galeano visitó el sur de Sinaloa, lo atraían las mujeres, las cervezas, camarones, y una gran amistad con el escritor sinaloense.
La distancia nunca fue motivo para separarse de sus amigos, se carteaba con ellos desde el exilio, desde cualquier rincón del mundo donde se encontraba. Siempre pensando en su América, traía entre ceja y ceja el libro Memoria del Fuego. A continuación transcribo una carta familiar que Yuri Murúa, hijo de Dámaso, me hizo llegar, para el conocimiento y disfrute de los lectores:
“Hoy 26 de abril aquí en el pueblo de Calella —España—, y yo te escribo, hermanito, para agradecerte tus generosidades de siempre y para decirte que me ha despertado el hambre de Rius, ahora que probé bocado. ¿No se podrá conseguir algunos de aquellos temas de historia de México y de América que supe tener y perder en mis tantas vueltas de gitano?
De “Plural” no he recibido nunca ninguna invitación para escribir. Lo doy por hecho, ahora, y de aquí a pocos les enviaré algún material a ver si les interesa y me publica.
Tus datos y afirmaciones me han borrado dudas. Toda la gente es para escuchar, no hay quien no; pero poca gente, es para creer. Poca gente, como por ejemplo, mi amigo mexicano Dámaso Murúa”.
Te abrazo.
Eduardo Galeano
En Mazatlán escribe un texto para el periódico nacional La Jornada, donde describe el mundo de la cantina:
MACHOS
Techo de palma, mostrador de cañas. Acodados en el mostrador, Dámaso Murúa y yo bebíamos cerveza, picoteábamos camarones al ajillo y escuchábamos las reflexiones de la clientela. No había mujeres en aquel bar de Mazatlán, pero sólo se hablaba de ellas:
— Lo dijeron en la tele. Cada día mueren un montón de mujeres, 18 mil mujeres cada día en el mundo. Así como lo oyes. Y a la mía ni le duele la cabeza.
— Ni modo. Es que hay matrimonios que acaban bien, y hay otros que duran toda la vida.
— Antes ella era buena, buena como mujer de otro, pero ahorita… Les das confianza y acaban pisándote. Y cuantimás peor.
— Si las mujeres fueran buenas, digo yo, Dios tendría una.
— Mujer que no jode, es hombre. Está probado.
— Puro hable y hable. Viboreando se pasan el día, puro chisme, pura queja, puro reproche.
— Pos sí.
— ¿Quieres que te diga? Les falta cerebro, pero les sobra memoria.
— Eso se ve a simple vista, nomás con echarles un vistazo.
— Las mujeres tienen una pinche memoria. Y es lo peor que tienen, no perdonan una, te recuerdan todo, óyeme bien, que no acostumbro a mentir.
Texto de Eduardo Galeano, dedicado al escritor sinaloense Dámaso Murúa y publicado la sección Ventanas, de La Jornada, en 1997.
Artículo publicado el 20 de abril de 2025 en la edición 1160 del semanario Ríodoce.